
Perico, el temido propietario del bar Tyrant, era una figura imponente en la vida nocturna de Madrid. Su nombre inspiraba respeto y miedo en igual medida, pues su carácter fuerte y su estilo de vida opulento lo habían convertido en una leyenda entre los noctámbulos y los buscadores de emociones. Tyrant no era solo un bar; era un imperio donde Perico ejercía su dominio con mano firme. Sin embargo, el destino no distingue entre poderosos y humildes, y lo que comenzó como una noche más de éxito terminó en tragedia.
Poco después de la medianoche, Perico abandonó su establecimiento y subió a su lujoso Mercedes negro. La velada había estado llena de negocios, conversaciones exclusivas y acuerdos estratégicos que aseguraban su posición en el mundo clandestino de la ciudad. Su destino era una villa en las afueras de Madrid, donde lo esperaba una reunión privada. Nadie imaginaba que ese trayecto marcaría un giro drástico en su historia.
Conduciendo a gran velocidad por una autopista casi vacía, Perico se sumergió en sus pensamientos. La ciudad dormía, pero su mente seguía trabajando. Se dice que iba demasiado rápido, quizá confiado en su habilidad tras el volante o simplemente apurado por llegar a su reunión. Pero la tranquilidad de la noche se rompió de golpe cuando unas luces intensas iluminaron su camino. Un enorme camión apareció de la nada, avanzando en dirección contraria. El asfalto mojado dificultó cualquier maniobra de evasión. En cuestión de segundos, el Mercedes perdió el control, giró varias veces en el aire y terminó estampado contra una barrera metálica.
Los servicios de emergencia no tardaron en llegar, pero la escena era desoladora. Perico yacía inconsciente dentro de los restos destrozados de su vehículo, con un hilo de sangre corriendo por su rostro. Su costoso traje estaba empapado de su propia sangre, y los paramédicos luchaban por estabilizarlo. Alrededor, los curiosos murmuraban hipótesis y especulaciones. Algunos hablaban de un simple accidente; otros, más suspicaces, sugerían que alguien podría haber manipulado su coche o incluso planeado el choque.
Los rumores se extendieron por toda la ciudad. ¿Había sido el karma ajustando cuentas con el temido Perico? ¿O acaso un enemigo, oculto entre las sombras, había estado esperando el momento perfecto para deshacerse de él? Mientras la policía iniciaba una investigación, analizando imágenes de tráfico y testimonios, Perico luchaba por su vida en un hospital. Madrid seguía su curso, pero la incertidumbre flotaba en el aire. El reinado de Tyrant estaba en riesgo, y el equilibrio del poder en la noche madrileña nunca volvería a ser
el mismo.